Éste es otro de los músculos que puede contribuir a la aparición de las patas de gallo, ya que se sitúan a ambos lados, en las sienes. Una forma de contraerlo es apretar exageradamente los dientes e intentar hacer fuerza con los ojos al mismo tiempo; para notarlo con claridad, colocaremos las yemas de los dedos sobre cada una de las sienes.